Yo soy un eslabón en esa cadena, tengo a mi culpable y a mi víctima; mi víctima es Beatríz, una chica a la que conocí demasiado joven como para que se previniera contra los de mi calaña, ella es mi víctima en la cadena.
Recientemente he contactado con mi culpable, se trata del que me acompañó en mis momentos iniciales de consumo tozudo, creo que fue, como en tantas otras ocasiones, ocasiones oídas o vividas, un caso de asociación para consumir.
Cuando estás inmerso en la vorágine de la droga confundes en muchas ocasiones la amistad con estas asociaciones, o una amistad se transforma en una asociación, o una relación cordial se confunde con amistad por la fuerza de un mal común.
Por uno de estos caminos que abren las listas de distribución de mails de un amigo, llegué al tercero en liza, que junto con mi culpable campaba conmigo en la noche Madrileña de los noventa, y a través de este llegué a mi culpable.
He hablado con él por teléfono, está bien, le costó mucho salir, pero salió y hasta formó una empresa que le funciona de lujo en todos los sentidos, le da estabilidad, dinero y hasta amor, trabaja en ella con su actual pareja.
He quedado con él para comer un día de la semana que viene, supongo que como en encuentros de este tipo, hablaremos de los tiempos pasados, de los ausentes, y nos
Esta cadena es en realidad una malla, puesto que no siempre tu víctima te identifica como su culpable, y tu culpable rara vez siente que te debe algo.
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